Este 26 de Julio se cumplen 66 años desde el fallecimiento de Evita.
Dueña de una fuerte personalidad, su origen humilde nunca fue una limitación, al contrario, fue su motor, y el fundamento de su lucha. Según sus propias palabras: “Desde que yo me acuerdo, cada injusticia me hace doler el alma como si se me clavase algo en ella. De cada edad guardo un recuerdo de alguna injusticia que me sublevó desgarrándome íntimamente. La limosna para mí fue siempre un placer de los ricos; el placer desalmado de excitar el deseo de los pobres sin dejarlo nunca satisfecho.
El destino quiso que luego del 15 de enero de 1944, día en que se produjo el devastador terremoto de San Juan, su vida se cruzara con el entonces coronel Juan Domingo Perón quien años más tarde recordaba con estas palabras el momento en que conoció a Evita “-Entre los tantos que pasaron en esos días por mi despacho, había una mujer joven de aspecto frágil pero de voz resuelta, de cabellos rubios y de ojos afiebrados. Decía llamarse Eva Duarte, era actriz de teatro y radio y quería concurrir de cualquier manera a las obras de socorro por la desgraciada población de San Juan. Hablaba vivamente, tenía ideas claras y precisas e insistía para que le asignara una misión. “
Ella le decía “–Una misión cualquiera. Deseo hacer cualquier cosa por esa pobre gente que en este momento es más desgraciada que yo.”
Esa mujer, ese hombre y ese encuentro marcaron profundamente la historia de nuestro país.
El 22 de octubre de 1945 se casaron. Unos meses más tarde, en febrero de 1946, luego del fuerte protagonismo de Eva en la campaña electoral, Perón fue electo presidente.
Esa joven primera dama de nuestra nación tenía un sueño “Queremos una Argentina pacífica, poderosa y soberana y una masa de trabajadores unida y feliz como ninguna en el mundo.”
No eran solo palabras, trabajó mucho para lograrlo. En su corta existencia provocó cambios políticos y sociales que la sobrevivieron y hoy forman parte de nuestros actuales derechos.
Por ser como fue se ganó el amor y hasta la adoración del pueblo trabajador que la inmortalizó llamándola como a un miembro de su propia familia.
Y ella así lo sentía “Confieso que tengo una ambición, una sola y gran ambición personal: quisiera que el nombre de Evita figurase alguna vez en la historia de mi patria. Y me sentiría debidamente, sobradamente compensada si la nota terminase de esta manera: De aquella mujer sólo sabemos que el pueblo la llamaba, cariñosamente, Evita.”
Los metalúrgicos respetamos y honramos su nombre.