Recordar la jornada del 2 abril de hacen ya 39 años nos lleva a mirarnos hacia adentro y a saber que las decisiones de quienes nos gobernaban en el remate de un tiempo signado por la represión, el saqueo y muerte, fueron sólo una maniobra más para mantenerse en un poder usurpado con un mandato ilegítimo que ya no se sostenía. La caída de la Dictadura era inminente en la Argentina a comienzos de 1982 y un hecho aislado de un grupo de compatriotas en una isla con soberanía igual de usurpada le dio la excusa para agolpar a lo último que ya no podían doblegar: la opinión pública.
Días antes, autoridades del Foreing Office habían reclamado por vía diplomática el izamiento de la bandera argentina en un territorio austral británico y sólo pedía el pronto retira de aquella nave y sus tripulantes. Ante este pedido, de baja categoría bélica, las autoridades nacionales respondieron con el alistamiento de fuerzas y con la invasión en esa fría mañana de abril en contra de la una de las potencias mundiales en lo militar y lo político. Lo que vino después fue una catástrofe militar y humana, con soldados en el frente de batalla con casi nula instrucción y con abandono en sus condiciones en una tierra hostil. Los “chicas de la guerra” fueron jóvenes enrolados para sostener un régimen siniestro y descarado. Tenemos hoy la gran oportunidad de mostrarles cuánto nos honran los veteranos y nos duelen los caídos de esa guerra que sólo trajo dolor y de saber que tienen en todos los combatientes a hombres de honor que nunca olvidaremos.