El 23 de enero de 1945 y mediante el Decreto Ley 1740, se establece el derecho de los trabajadores de todos los sectores a gozar de un período de vacaciones pagas.
A la llegada del movimiento justicialista al poder a partir de las elecciones de 1945 se la conoce como el hito fundante de la igualdad social y no se tiene tan presente que muchos de esos derechos fueron iniciativa de quien era el secretario de Guerra y posterior titular de Bienestar Social el entonces coronel Juan Domingo Perón.
Las vacaciones eran, hasta ese momento, un privilegio de algunos que podían disponer de un tiempo de ocio y esparcimiento en las afueras de las grandes ciudades y con la serenidad de no perder sus ingresos a la vuelta del descanso. Ciudades como Mar del Plata, vista como la Biarritz de Sudamérica y meca de los veraneantes de las elites locales que seguían una tradición inglesa del Siglo XVIII, estaban vedadas a obreros y familiares.
Con el beneficio real de relajar cuerpo y alma una vez al año, los trabajadores fueron conquistando localidades alejadas en lo físico y en simbólico e inaugurando nuevos destinos gracias a obras públicas que desarrolló el nuevo gobierno justicialista y dando respuesta a la gran demanda de veraneantes dispuesta a recorrer nuestro país. La organización sindical prontamente notó que este podía ser un nuevo beneficio y a la par de inaugurar el turismo para sus afiliados resolvió construir sus propios hoteles y posadas siendo común reservar plazas en lugares como el Litoral, La Patagonia o la Costa Bonaerense.
En 1949, ya en el Artículo 14 Bis de la Constitución Nacional se incluye este derecho y “…se le da plena garantía a todos los trabajadores el descanso y vacaciones pagas”. Y también se puede hacer extensivo que en el Convenio 52 de le Organización Internacional del Trabajo (OIT) se destaca como una potestad de los trabajadores las vacaciones pagas.