20 de junio de 1973

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Habían pasado 18 años, en ese período la detención ilegal, los exilios en Paraguay, Venezuela, Panamá, entre otros puntos de América para recalar los últimos quince en Madrid. La salud bastante quebrada por la edad y el derrotero de estar lejos de la patria, proscripto, y con la degradación de su cargo militar. Todo a causa de haber propuesto la justicia social y el acceso a la educación, la salud y el trabajo a miles de compatriotas.

Los recuerdos se sucedían cada vez que un argentino lo visitaba en Puerta de Hierro y le contaba de primera mano cómo se destruía su obra y se dejaba a un lado a los más necesitados, cómo el capital financiero se apropiaba de las conquistas sociales y las pulverizaba con dictaduras o con gobiernos dudosamente legítimos e incapaces para frenar la codicia.

El mundo cambiaba muy rápido y Argentina acompañaba: el Mayo Francés, la Primavera de Praga, nuestro Cordobazo, eran manifestaciones de un renacer que apuntaba a la política anquilosada en las aristocracias.

Perón sabía que tenía resto para un tercer mandato pero quería su nombre en la boleta y en el marco del Gran Acuerdo Nacional ese punto no era negociable. Su gran jugada en la fórmula Cámpora-Solano Lima era hacer suyo ese “Luche y Vuelve” que gritaba en las paredes de todo el país.

Aquel 20 de junio de 1973 llovía y algunos pensaron que tenían privilegios ante el Gran Conductor y generaron desmanes en una fiesta que era de todos. Pero nada empañó ese momento del descenso del avión y esos pocos pasos que parecían impensados tiempo atrás. El Pocho estaba en casa y ya no se volvería a ir porque el pueblo lo elegiría con más del 60% y porque el destino ya había decretado que el final estaba cerca.

Aquel Operativo Retorno, frustado en 1964, tenía final feliz y Perón se preparaba para entrar en la historia en su tercer periodo como Presidente de todos los argentinos.