El desarrollo de la metalúrgica comenzó antes de que pudiera ser así llamada. En el siglo XIX, el crecimiento de la demanda local y el del mercado exportador de materias primas hacía Europa, obligó a planificar a gran escala lo que se producía artesanalmente.
En la puja entre el socialismo y el anarquismo, el sindicalismo revolucionario se constituyó en una tercera vía y fue ganando adeptos: se centraba en la defensa de los jornaleros y en ponerle un límite a la desmesura del capital, sin filiación ideológica.
Luego de décadas de lucha, las ramas de la industria del metal se agruparon y en 1910 nació la Sociedad de Resistencia Metalúrgica. El hito de la Semana Trágica en 1919, donde cientos de trabajadores fueron asesinados por exigir mejoras laborales, en los talleres Vasena ayudó a visibilizar derechos básicos (abolición del trabajo infantil, jornadas de ocho horas, sábado inglés, salarios mínimos) y en los años venideros, acuerdos entre particulares se convirtieron en leyes.
Agrupados en la Confederación General del Trabajo, el 19 de abril de 1943 con la participación de dirigentes como Nicolás Giulani y Ángel Perelman, se propuso la creación de una sola entidad que los agrupara. Representaban a fundidores, calderos, herreros de obra, bronceros, orfebreros, cerrajeros, y otras ramas de la industria, y, así en la madrugada del 20 quedó oficializada la creación de la Unión Obrera Metalúrgica como única entidad defensora de los obreros del sector.
Porque donde hay una necesidad hay un derecho, la llegada del peronismo ayudó a ampliar los derechos y desde ese momento la UOM ha sido uno de los pilares del movimiento obrero y hoy, a 77 años de su creación sigue defendiendo esos preceptos para los afiliados y para toda la familia metalúrgica.