Un joven Augusto Vandor había abandonado sus estudios cuando ingresó en Philips en 1950, allí comenzó su destino de lucha en defensa de sus compañeros, representándolos primero como delegado, y después al frente de la Seccional Capital de la Unión Obrera Metalúrgica.
La huelga de 1954 le había dado visibilidad como líder sindical, referente ante las patronales, siempre dispuestas a ir contra los derechos laborales.
Esa notoriedad fue un arma de doble filo porque un año más tarde de perpetrado el golpe de estado contra el gobierno legítimo del General Perón por parte de la autodenominada Revolución Libertadora de 1955 fue despedido de su trabajo, encarcelado por seis meses e inhabilitado para ejercer su labor gremial.
Sin embargo, su figura seguiría prevaleciendo. La industria metalúrgica crecía y empujaba el desarrollo del país. Aun cuando las libertades estaban cercenadas por la dictadura militar, el pleno empleo se mantenía y las industrias medianas concentraban en su producción la mayor parte de los trabajadores calificados. Principalmente la UOM motorizaba su defensa sin descanso.
Fueron tiempos duros para El Lobo hasta que la democracia volvió y con la administración del presidente Frondizi en 1958, se permitiera la actividad sindical. En pocos años Vandor asumió la conducción de la UOM a nivel nacional. A fines de la década del 60, su llegada a una Confederación General del Trabajo dividida lo encontró en la rama Azopardo.
El el 30 de junio de 1969, en cumplimiento de sus funciones fue emboscado por un grupo comando en su despacho de la CGT, se cumplen hoy 51 años. Su crimen quedó impune. Esa misma tarde la dictadura de Onganía decretó el estado de sitio e intervino la mayoría de los gremios, además encarceló a militantes opositores y dirigentes obreros.
El legado del compañero Vandor es nuestra guía y su memoria nuestra fuerza para seguir defendiendo a los compañeros metalúrgicos y a todos los trabajadores de nuestra patria.